"7 Vidas" fuese una de las pocas series nacionales de la última década (si no la única), donde había una alguna referencia a la actualidad política. Era una presencia hasta cierto punto moderada; aunque determinadas de sus tramas giraban en torno a conflictos relacionados con el asunto (sobre todo en lo que a Sole respectaba), por lo común esas alusiones ideológicas o políticas se circunscribían principalmente a los chistes de texto. No eran, en absoluto, el instituto de la serie. Pero ahí estaban. Una de las ventajas de laborar en aquella producción, en la que malacostumbré tanto, era que Telecinco jamás metía mano en los guiones. El productor ejecutivo en aquella estación peleaba con ahínco para mantener la independencia creativa del equipo de guionistas, y plantaba los cojones arriba de la mesa cada vez que en la cadena querían meterle mano a guiones cerrados. Al fin y al cabo, lo significativo es que la serie funcionara. Y lo hacía. Así que escribíamos con bastante libertad, y nosotros éramos, por lo general, vuestros propios censores y quienes establecíamos los límites. Sin embargo, en el tiempo que yo estuve allí, recuerdo una única ocasión en la que la cadena nos pidió que retiráramos un chiste. Coincide que fuese un chiste que escribí yo. Era del capítulo 120, en una trama en el que el personaje de Diana, por aquel entonces con novia, sufría el acoso de una sexy Esther Arroyo. Y decía esto: ?Es que estoy muy nerviosa, que yo los únicos cuernos que he ya que en mi vida fueron unos que le dibujé a la reina en una revista?. No es un chiste especialmente brillante, creo (yo renegaba mucho de esa necesidad de que los personajes soltaran chistes en cada línea). Y a mí me parecía que no era tampoco demasiado ?atrevido?. Al fin y al cabo, no decíamos que la reina afuera una cornuda, sino que un personaje de la serie le había dibujado unos cuernos? Algo que se podría realizar por mero aburrimiento. Pero es evidente que había alguna carga de mala leche que aquel que quisiera podría ver, y desde la cadena nos pidieron amablemente que lo cambiáramos. Aunque sí habíamos hecho muchos chistes a costa del rey, ellos adujeron que ?nunca nos habíamos metido con la reina?. La realidad es que era una petición hasta cierto punto comprensible, y no nos importó nada cambiar un triste chiste, que finalmente quedó así: ??que yo los únicos cuernos que he ya que en mi vida fueron unos que le dibujé a Ágata Ruiz de la Prada en una revista.? Este guión fuese escrito en Octubre de 2002. Todos creíamos por aquel entonces que España era un país cada vez más moderno, democrático y abierto al mundo. Y, sin embargo, y pese a lo que la lógica parecía indicar por aquel entonces, mientras la próximo década la vida privada de la monarquía siguió siendo un asunto plenamente tabú en los medios de comunicación. Sin embargo, hace unos días se publicaba est estoRecientes acontecimientos (especialmente los relacionados con todas las mangorrerías del señor Urdangarín) han hecho que la censura institucional sobre la corona se resquebraje. Seguid ahí, no se ha esfumado, en mayor fracción porque es una cuestión de costumbre, de autocensura instalada en la programación cuántica de los periodistas. Pero se ha abierto una grieta en un dique que, antes o después, va a desparramarse (sobre todo cuando esa legión de infantes tróspidos empiecen a llegar a la pubertad, predigo). Ojo, entiéndanme ustedes, a mí me la bufa que el señor Juan Carlos se ventile a las señoritas que le dé la gana, esas cosas pasan hasta en las mejores familias, y nada me interesa menos que un posible, futuro ?yo creo que inevitable- ? Royal Sálvame ?. El cutrecaspismo cotilleador español en esencia pura viento en popa a toda vela. Pero sí abogo por la supresión de un privilegio (el de la inmunidad informativa) que ha blindado hasta ahora a una institución fundamentada, precisamente, en valores familiares, piedra angular del mecanismo sucesorio nada menos que de la jefatura de estado. Y eso es cosa de todos. Lo llamativo de todo esto es comprobar, una vez más, que la comedia funciona como punta de ariete en asuntos, digamos, de difícil difusión, especialmente en lo televisivo. Podríamos resumirlo en la frase: ?No vamos a hablar de esto en plan serio, pero idéntico no pasa nada si vamos haciendo determinado chascarrillo campechano?. Hay que entender que la televisión es, por naturaleza, un recurso esencialmente conservador, que intenta mantenerse ?lejos de los problemas?. Su objetivo no es cambiar ni reflejar el mundo, sino ganar dinero. Los años 60, en EEUU, fueron una estación social y políticamente convulsa (guerra de Vietnam, lucha por los Derechos Civiles, liberación femenina?). La televisión, sin embargo, adoptó una postura escapista, que huía de cualquier confrontación con la realidad, con producciones como ?Star Trek?, ?Batman?, ?Bonanza?, ?Addams Family?, ?Los Picapiedra?, ?Superagente 86?, ?Embrujada?? Eran series maravillosas, pero desde una maravillosidad plenamente afuera de la realidad. No fuese hasta los 70 cuando todos esos acontecimientos sociales encontraron su hueco en la ficción de la pequeña pantalla, en producciones como ?All in the family?, ?Mary Tyler Moore?, ?M.A.S.H.?, o la sátira irreverente de ?Saturday Night Live?. España atraviesa, igualmente, una de las épocas más complicados de los últimos tiempos, como bien se encargan de recordarnos cada día. Sin embargo, los estrenos televisivos que hemos visto últimamente nos hablan de otras épocas y otros conflictos. Romanos, plataformas futuristas, tíos lobo, piratas, cataclismos del fin del mundo. Las televisiones estiman ?tienen sus estudios, ojo- que el público no desea sentarse frente a la tele a ver las mismas desgracias que sufre a diario, sino que aguarda poder evadirse, pensar en otra cosa más molona. Es una valoración plenamente comprensible, aunque considero un yerro dar por hecho que ésa es la única alternativa válida. Hay un hueco evidente para crear, también, ficción cercana a la realidad, comprometida y beligerante. Porque la gente lo pide, lo desea. Incluso desde un punto de vista estrictamente comercial, creo que es un yerro no abrir ese jugoso melón que está aguardando a que alguien le hinque el diente. Ahora mismo sólo determinadas comedias se atreven a hablar de lo que pasa en la calle. ?Aída? o ?Con el culo al aire? hablan, con distinto tono y de distinto forma, de la crisis y sus efectos en la gente de a pie, lejos de masivos conspiraciones políticas, sin grandilocuencias y sin convertirlo en su objetivo último, pero con mordacidad, cercanía e inteligencia. De la misma forma que lo hacen algunos proyectos de humor. Resulta asombroso verificar cómo Jordi Évole, por recurso de ese subterfugio que parece tan fácil de ?voy a realizarme un escaso el gracioso?, ha construido uno de los mejores y más incisivos proyectos periodísticos del espectro televisivo. Nadie más hace las preguntas que hace él, y todo porque no se muestra como ?un periodista serio?. Sin embargo, la gran fracción de los supuestos ?periodistas serios? no tienen arrestos para realizar el esfuerzo que se supone que deberían realizar. No trato con este post de realizar ningún alegato político-guionístico (¡los cómicos debemos salvar la democracia!). Me limito a realizar una torpe reflexión sobre los tiempos que corren y la manera en la que nos afectan como profesionales. En un gremio donde tantas veces se denuesta la comedia, es conveniente reivindicar no sólo su problema (mucho gran que la de otros géneros), sino también su valor como recurso de expresión y su atrevimiento. Durante hacemos producciones históricas o fantásticas melifluas y escapistas (y que, en muchas ocasiones, tampoco funcionan comercialmente), las comedias están cogiendo el timón de la anécdota social y del activimo narrativo. No está de más reivindicarlo. Más en este país, de antiquísima costumbre satírica (y pronto podremos decir, también, que twittera).
miércoles, 1 de enero de 2014
Mucho humor, referencia a la actualidad política
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