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jueves, 5 de noviembre de 2015

Bromas, El tonto y la huerfana. La discriminacion y la crueldad. Otro de amores prohibidos sin fantasias, ciencia ficción ni cosas raras solo...

Este fuese un cuento que escribí para mostrar en un concurso regional. No pude con mi genio y salió asi. El bobo y la huerfana. O una oruga no precisa algo mas que su condición de oruga entretanto no se entere que se convertirá en una mariposa. Me encanta Amancio el protagonista y a veces me pregunto por qué razón no lo ayudé. Una brisa olvidada en la ventisca. Amancio no era un tio común. No era un hijo como todos los demás. Desde chiquito lo habían escondido en lo más profundo y oscuro del rancho. Ni siquiera la luz permitía observarlo. Amancio no entendía por qué las estrellas brillaban y eran tan hermosas; ni por qué las margaritas crecían y su perfume lo cautivaba; e ignoraba por completo las necedades de los números y la arbitrariedad de las letras. Jamás comprendió por qué razón la Mamá y el Raúl (su hermano) no lo llevaban a ningún lado. Porqué capricho de la injusticia el rancho era todo lo que Amancio tenia permitido conocer; y una magra vida de 300 metros cuadrados constituían toda su existencia. Hasta que Amancio una tarde aduladora por fin entendió la razón de tanto recelo. Amancio al fin supo cuan especial era; supo que los demás podían ser mas inteligentes y llamarlo el tonto o el tonto, pero él permitía amar; inclusive amar más que ellos. Y lo entendió el día en que el cielo y las estrellas, las flores y toda la hermosura de la brisa se reunieron en un simple segundo. Lo supo el día que sus ojos conocieron a Araceli y su corazón se detuvo en seco. Dejo de latir para siempre de la misma forma aburrida, desapercibida y monótona de todos los días para iniciar a cantarle en el torso y a corearle como una melodía sublime en el alma. Amancio comprendió, en la festividad de sus latidos, que Araceli era la única luz de su vida y el único causa de su existencia. Pero los demás no... A los otros les costaba entender que el tonto carecía de entendimiento pero le sobraba corazón. Los otros, aun mas tontos que él, iban a presentarle batalla. ¿Tenías necesidad de traerla a esa negrita hasta la casa Amancio? , le decía la Mamá Esa niña no sirve para el esfuerzo de campo. Solo para refregar inodoros - y Amancio, prudente, se callaba y almacenaba las contestaciones. ?No vaya a ser que me deje un ojo en compota?, pensaba Pero la Mamá no era la única persona que lo molestaba, también estaba su hermano: el Raúl; mirándolo ofensivo detrás de un cara atiborrado de marcas de viejas guerras con el acné diciéndole con desprecio: Dejala Amancio, esa negrita te va a traer muchos problemas. Y Amancio rogaba y suplicaba que lo dejaran habitar tranquilo. Aunque por mucho que lo intentaba la Mamá jamás oía sus ruegos. Raúl era su hijo preferido y Amancio el hijo que jamás debiera querido tener. Si hasta la llegada de Araceli a la vida de Amancio éste no se codeaba con el mundo, no conocía a nadie, solo a la Mamá con sus gritos y al Raúl con sus órdenes. Si el buen dios les dio la inteligencia ¿Para qué la usarán para molestarme? Pero cuando se precisaba clavar, o cortar leña, o salir en las noches de helada a cubrir los caballos y el gallinero: Amancio, eterno, austero, se presentaba con un si sencillo entre las cejas. Y lo hacía por simple cariño a su Mamá y al Raúl. ?Me lastimaba las manos sacando la hierba mala... Para ellos no mas... Si ellos eran los únicos que amaba? Sin embargo, ellos, nunca conocieron las opacas sabidurías de Amancio; nunca se enteraron ni comprendieron nada de las cosas que el tonto sabía. Para ellos el tonto no merecía saber, no merecía cariño y mucho menos algo de atención. Un alma simple sobrevive con escaso - como los yuyos - opinaba Raúl. Pero Amancio algo sabía y a él eso le alcanzaba. Amancio era un observador nato de la naturaleza y gozaba de ese don propia como nadie. Conocía a la perfección todas las especies existentes de pájaros, de insectos y de árboles mesopotámicos; aunque, lógicamente, en este mundo rancio y materialista no le servía de nada. Amancio hacía de todo. Lo que precisaran. Al momento. Eso sí: no sabía ni leer, ni escribir, ni sumar y desconocía todo lo referente al amor. No le da la cabeza, decían ladinos. Aunque tampoco nadie había intentado enseñarle a usarla. ?¿Yo?...yo no estoy para esas cosas... y asimismo ¿para qué las quiero?... si la Mamá y el Raúl las hacen por mí... No, a mi déjenme con mi fuerza... la inteligencia fuese hecha para los miedosos?. En el tema no sobrevivía jolgorio atmosférico que amedrentara a Amancio cuando trabajaba feroz. Y conocía con exquisitez los antojos de las gallinas, las pretensiones de la huerta y los sinsabores de la entrega. La Mamá tenía razón. Para qué aprender, si es más lindo el tema y los esteros y bracear la bomba de agua?. Pero si Amancio debiera aprendido, si aunque más no afuera le debieran enseñado algo más de la vida, del amor y las mujeres: Amancio sabría cómo comportarse ante ellas. ?Como él Raúl que gozó de mujeres, y lindas algunas... Si hasta los escarabajos rinoceronte encuentran pareja... Y no tiene lugar bicho mas bobo y rastrero que el escarabajo rinoceronte; nacieron para eso: para dejarse atrapar y pisar... Amancio vos no estas para esas cosas, deja el criar gurises para los que pueden. sentenciaba la Mamá La vida igualmente le soplaba ingrata al bobo de Amancio; resistiendo los días entre soles púrpuras y soles de cobre; luchando sin reparos con la jactancia del tema y la presunción ajena; viviendo de sus manos torpes y fuertes; de la tozudez de su espíritu. Nada más exigía para ser feliz. Sin embargo una oruga tampoco precisa algo mas que su condición de oruga, entretanto no se entere que se convertirá en una mariposa. Y Amancio se retiró del pueblo despedido por las miradas entristecidas de las mujeres y los gestos jubilosos y aliviados de los hombres. No obstante, toda criatura tiene reservada su oportunidad divina, hasta los escarabajos rinocerontes; y cuando la Mamá lo mandó a traer unas pesadas bolsas de harina, Amancio regresó con cuatro bolsas al hombro y el corazón dándole tumbos entre las costilla. Había visto y sentido lo prohibido; ni sus ojos, ni su cuerpo, ni su alma estaban acostumbrados o prevenidos ante parecido claridad y belleza. El tonto, el bobo, sin preverlo, había visto por primera vez a Araceli en la época del tren, quietita, tenue, acariciada por el aire interesado de la tarde, desafiando las resolanas con su piel acaramelada, fatigando las penas. Amancio al comienzo se quedó petrificado, pero cuando la sangre le retornó al cuerpo, volvió a observarla una vez más; y Araceli con su levedad, con sus ojos achinados, perdidos en las caminos del tren, como por arte de magia, alcanzó el alma solitaria de Amancio. Deteniendo su respiración, su corazón y su alma, ahora si para siempre. ?Ella se quedó mirándome.., las piernas me temblaban... La tierra se movía... dios era hermosa? sin derroches de preámbulos ni letargos, Araceli arribó a la vida de Amancio, (del tontito), pretenciosa, enamoradiza y eterna. Pero Araceli incluía un problema. ?Es claro: Dios se las ensaña con algunos y a otros les regala con gusto, pensaba Amancio y cantaba eternamente? Pero así como el buen señor castiga sin palo y sin rebenque también da sin tesoros ni aguardiente; y Araceli tuvo una gota de suerte y conoció a Amancio, ahí nomás, en la puerta de su viaje; y jamás comprendió qué, ni como hizo, para enamorarlo tanto. Jamás creyó que pudiera enamorar a alguien de esa forma tan avasallante. ?Ella era así: tan dulce conmigo?, pensaba Amancio Entonces Amancio, apresurado, la llevó a su casa. Aunque, por supuesto, no poseía otra casa más que el rancho y la familia, sin embargo la llevó y la Mamá , enojada y celosa, lo echó. Lo echó casi sin abrir la puerta, como se trata a los enemigos, dándole la espalda. Y Amancio, como pudo, se las ingenió entretanto lagrimeaba, entretanto Araceli le decía empalagosa. - No mi gurisa. La novia del Amancio no se va sin él. Usted no puede andar por ahí trabajando con desconocidos. Esas ciudades son inmensas, me decía siempre la Mamá , uno se pierde con facilidad en ellas, y nadie le va a decir cómo descubrir el camino. Recuerde que Usted. abriga un niño en su panza y los niños son tan quebradizos como los panaderos al viento. Pero Amancio, no conocía mas que aquellos pagos, mas que aquel anémico rancho de lata y madera, y los esteros. ?Y ya que la Mamá y el Raúl me echaron... yo construiré vuestro propio rancho... delo por hecho mi gurisa? Para él no era una tarea difícil, con tamaña fuerza y vigor permitía (si lo deseaba), cortar con las manos y moldear las piedras con los dedos como un hornero moldea el barro con el pico. ?Y no poseo que realizar sumas ni nada de esas cosas... y asimismo Araceli sabe mas que el Raúl y la Mamá juntos... Y yo poseo la fuerza suficiente para cargar las maderas mas fuertes y pesadas... Qué tanto?. Y los dos resistieron el sanguinario frío, arrimaditos; y los bichos en el piso; y la humedad diluyendo sus ilusiones; pero Amancio pudo con todo y contra todos, y construyó un precario ranchito; unas paredes acunadoras y protectoras donde el carancho puede acercase pero no entrar. Las penas son de nosotros.... las vaquitas son ajenas... Mas tarde la Mamá , extrañada por que su hijo no retornaba, desconocedora de la voluntad de Amancio, fuese a visitarlo con Raúl hasta su bisoño ranchito, sin fijarse en ningún momento en lo que Amancio había construido; solo contemplaron con odio a ?esa? que les había arrebatado al tontito de las rejas. - ¿Querés una mujer entonces? Pues bien, tenés que laborar - le dijo la Mamá - ¿De qué van a habitar sino? - agregó Raul. - Ella deberá ayudarme con la casa Amancio. - Y vos a mí con los caballos. ?Si hasta el Raúl le daba órdenes a mi mujer... La trataba como si afuera un tronco?. - ¡ Tu! sos mi única familia ahora Ara. - No digas eso, amor. - No lo digo. Me brota solo. Con Raúl trabajaron unidos sin descanso. En verdad Raúl se aprovechaba astutamente de la fuerza y estupidez de Amancio. Como habitualmente sucedía. Aunque, ahora, cuando no cargaban los ladrillos en el horno, o cuidaban de los caballos, Amancio, por primera vez en su vida, acompañó a Raúl hasta el pueblo, con su fila de pingos mansitos. En eso consumía su vida Raúl: alquilando monturas a los turistas deseosos de jinetear un corcel. Sin mover un dedo, sin transpirar, entretanto Amancio realizaba el esfuerzo duro y sudoroso en el rancho. Raúl jamás lo había llevado con él. - Nadie alquilaría un caballo criado por un bobo - sentenciaba. Pero esta vez lo llevó y Amancio lo acompañó demente de contento. No obstante Amancio deseaba golpearlo; Raúl le gritaba a su mujer y la trataba como si afuera un postigo y eso no lo permitía soportar. ?No pueden dejarme en paz eh... por qué no intentan conocerla a la Araceli... No tiene lugar en la tierra un ser mas dulce que ella?. Hasta ese otro día desconocido que Araceli lo esperó desnuda en el precario ranchito, empapada de seducción; y Amancio conoció los secretos de la luna y murió para despues regresar a renacer indigestado de ternura y pasión. Raúl y la Mamá , impotentes, vieron como Amancio iba dejándolos de lado a cada amanecer. Cómo se las arreglaba solo para terminar de desarrollar su rancho y ya no los obedecía. Y cuando contemplaba los ojos de Araceli: los ojos de Amancio sudaban miel y los de ellos odio. Incluso una tarde llegó a gritarle a la Mamá cuando ésta le daba órdenes a Araceli y casi le levanta la mano descontrolado. - ¿Qué haces Amancio? -, le preguntó asustada la Mamá - Ella es mi mujer Mamá ¿No lo entiende todavía? Lleva un hijo en sus entrañas y no puede estar haciendo fuerzas y soportando sus gritos. - No le grites así a la Mamá ", se metió Raúl imperioso. - Usted se calla. Que también ya me tiene podrido con estar mandoneandola todo el día. ¿Qué se cree eh? - Todavía sos un bobo para andar gritando ¿No te das cuenta? - le contestó burlón y soberbio Raúl. Y ahí nomás el tonto, enorme, eficaz, le pegó; lo tiró sobre la mesa y le rompió las costillas y lo paseó por el piso de tierra sosteniéndolo de los cabellos hasta el gallinero. Y si Araceli no se interponía justito para frenarlo con toda su dulzura lo mataba. - ¡Grítenme a mi mierda!, ¡péguenme a mí!, trabajaré el doble, se los juro, pero déjenla tranquila - gritó llorando. Y corrió. Corrió dando tumbos, con el corazón ensangrentado de lágrimas. Más tarde la Mamá - Es cierto, perdónanos, no nos dimos cuenta cuanto la amas. Perdón. Y Amancio lloró emocionado y también Araceli; y la Mamá les comentó una nueva idea delirante y extraña que tenía: - Pero ella está embarazada Mamá. - Justamente por eso; los niños suelen nacer mas fuertes si montas cuando los llevas en el vientre. - La Mamá montaba con vos todos los días decía el viejo, y mira que fuerte saliste- sentenció Raúl, asqueado de magullones, con la mirada abriéndose paso dificultosamente a través de la hinchazón por los duros golpes de su hermano... el tonto. Entonces Amancio y Araceli accedieron. - Si es por el bien del niño, así será - contestó el tonto... Al otro día, un día pulcro, celeste, embustero Araceli acompañó a la Mamá hasta un diáfano en la espesura mesopotámica con todos los caballos trotando juntitos. Amancio quería ir con ellas y ayudar a su amada a montar, pero no lo dejaron, - Una mujer debe enseñarle, y para eso estoy yo - y se perdieron en la hojarasca amansando la madrugada. Amancio se fué con Raúl al horno de ladrillos y se despidió de Araceli con un beso. Pero entretanto Amancio, sudoroso, cargaba en la caretilla más ladrillos de los que puede cargar una mula, escuchó gritos desesperados a través de la frondosidad y un segundo después esos gritos sonaron como los de Araceli en peligro y quiso correr para ver qué pasaba entretanto el Raúl intentaba frenarlo. - Estará asustada, no te preocupes - pero Amancio oía los gritos ansiosos. Los: "Por favor" y "Ayúdenme" de Araceli casi al límite del horror. Raúl trató de frenarlo colgándose estúpidamente de sus hombros, pero Amancio corrió con Raúl flameando aferrado a sus espaldas como una bandera de carne abombada. Cuando Amancio llegó desorbitado al diáfano observó a su mujer tratando de domar a un caballo desbocado, corriendo a unos cien metros de él, entre amenazantes cipreses y nogales. ero cómo? ¿No deberían estar en un claro?? Pensó. Observó, tieso, preso del terror. Su madre sostenía a un costado los restantes caballos, los de alquiler, más sosegados, más tranquilos, mansitos. ?No, dios mío? Amancio vio a Araceli dando tumbos contra el lomo brillante del trastornado animal, gritando que la frenaran con el cara lechoso del pánico y los cabellos salivados por el viento. Amancio dudó, estaba confundido, aquello no permitía estar ocurriendo. ?No era que Iba a montar uno mansito Mamá? Pero no. No era uno mansito. Y el Raúl y la Mamá gritaban - Para detenerlo pegale con los pies. Soltá las riendas -. ?No, así no. Así no es. Es al revés? Y el caballo negro, el que usaba el Raúl para liderar a los otros, el potro de un avezado jinete, propenso a los desbandes, corría endemoniadamente entre los árboles con aquel jinete rebotando inerme en su lomo; y aquel jinete era Araceli; y sabía tanto de monturas como Amancio de multiplicación. El delirio prosiguió hasta que Araceli golpeó unos árboles con sus rodillas y cayó al piso como un muñeco de trapo; y entonces Amancio corrió esperanzado a ayudarla, entretanto pensaba que no estaba montando un caballo sumiso sino, todo lo contrario, un enérgico corcel; y no estaban practicando en un diáfano sino, rodeados de troncos punzantes. Amancio alcanzó el cuerpo de Araceli y se arrodilló a su lado. ?Pero, ¿por qué ella dios mío? Si jamás vio la luz mala, si no cabían en sus ojos la amargura... Tan llena de vida como las madrugadas Era tan difícil entender: yo la amaba... Y ella lleva un gurí en sus entrañas... Mi gurí... Por qué?. Y el pobre lo comprendió ahí mismo, arrinconado contra el cuerpo maltrecho de su amada prohibida. ?Dios mío, maldita la suerte que me acompaña... ¿Por qué más sufrimiento si con ser bobo me alcanzaba?? Y lo único que alcanzó Araceli a decirle, moribunda entre sus brazos, con los ojos llorosos fue: - No pude controlarlo Amancio. Lo intenté pero se desboco. Es que todo se veía tan alto encima del caballo. Perdoname por defraudarte Amancio, por favor. Y Amancio, muy dentro de su alma, se tragó las palabras, aunque guardarse pensamientos amargos atrae carroña como un animal muerto; pero algo en su interior, una voz desconocida de su espíritu lo contuvo, y no pudo contarle la realidad; la realidad que sólo él sabía. - No fuese su culpa mi gurisa, fueron los esteros que hoy se levantaron con la izquierda. Se va a colocar bien. Mire que el Amancio no podría habitar sin Usted mi gurisa - le dijo; pues con la realidad no le devolvería la vida, y la realidad, esta vez, no le daría descanso a su espíritu. Las penas son de nosotros... las vaquitas son ajenas... Amancio lloró y ni su madre ni su hermano vinieron a consolarlo. - Fuese el destino - le decían. - Para qué ansiabas una mujer que iba a tener una criatura que no era tuya y solo sembraba el desacuerdo en la familia -. Pero ellos no sabían o no querían saber... los polos iguales tienden a atraerse. El tontito y la huérfana. Juntos por un amor diferente. ?Y ahora ya no me queda nada, solo los dedos de la mano y esta maldita condena? Y Amancio huyó; otra vez. Se fuesese de la peor manera. Se fuesese dándoles la espalda. Desapareció entre los esteros conspicuos; y solo dios sabe dónde enterró a su amada; y con ella enterró lo escaso de humanidad que le quedaba y eso que los bobos y los locos la tienen de sobra... y de la buena. Pero el otoño siempre regresa dirían contentos los escarabajos y tristes las luciernagas; y Amancio regresó, aciago, nefasto; y a cada paso su dolor crecía como el infierno a través del verano. No obstante Amancio ya tenía todo listo y ellos, esta vez, no sospecharon lo escaso que le costó determinar y planificar al tontito ?Si al final fuese culpa de ellos si una tormenta vino tranquilita a instalarse odiosa entre nosotros... ¿Que podían vaticinar ellos de mí?.. Claro, es el tonto... están seguritos que regresare pidiendo ayuda? - Ya va a regresar Mamá, no se preocupe - decía Raúl. ?Amancio esto, Amancio aquello... castrado de por vida. Y una mierda Amancio. Esta vez e equivocaron fiero con el Amancio. A algunos nidos de hormigas es mejor no pisarlos enseñan los esteros, ni siquiera con alpargatas de cuero. Pero, por supuesto, ellos no iban a escucharlo. Y aquel fuese su peor error. Porque el tontito si escuchó sus ronquidos mientras esa noche defectuosa. El tontito caminó a sus anchas por el rancho entretanto ellos dormían y la noche convencía de mutismos al viento y la luna acunaba los perros. ?¿Qué me dicen ahora eh?.. Ni sus particulares lechos oyeron mis pasos, pero estoy aquí, respirando entre sus rostros y sin que lo sepan... Pensaron que el bobo jamás iba a poder... "Lo va a derrotar la indecisiónSe va a trabar como siemprevendrá con la rabo entre la patas"... error... se descuidaron... y del descuido de las moscas suele aprovecharse la mamboretá? Y abrir la garrafa del gas le fuese tan sencillito a Amancio, como a ellos cambiar un caballo mansito por un potro bravío; y encender el fósforo le fuese tan fácil, como a ellos... Apagar el suyo. En determinadas provincias de Argentina sule se usa el pronombre junto a la nombre ejemplo: el Daniel, La Juana en vez de Daniel o Juana

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