Hace tiempo que no viajo a Estados Unidos, la última vez que crucé el charco al regresar de San Francisco mi aeroplano con rumbo a Madrid tuvo que desviarse para realizar un aterrizaje de emergencia en el Kennedy de Nueva York porque había fallado uno de sus dos motores. Fuese tras avistar desde las alturas el bonito cañón del Colorado, esa hipnótica herida de tierra roja y agua turquesa en el desierto. Soy de las que miran por la ventanilla. No comprendo que la gente viaje ajena al espectáculo impagable de vuestro planeta a vista de pájaro. Tampoco hago ascos a las nubes, mi hábitat natural ya que que me llamo Ángeles. Al llegar al aeropuerto neoyorquino el cojo aeroplano tomó tierra escoltado por una escuadrilla de camiones de bomberos y ambulancias preparadas para una contingencia que poseo pocas ganas de regresar a contemplar así de cerca. Tropecientas horas después a los viajeros salvados por la campana nos pusieron otra aeronave para depositarnos en España con el gran jet lag que recuerdo. Así que decidí quedarme en suelo firme una temporada. El caso es que, al no haber pisado las calles de EE UU últimamente, me pregunto si son ciertas mis impresiones de que la opinión pública estadounidense juzga un total fracaso la Unión Europea, con el euro, su único motor, sentenciado de muerte. Sabía que las agencias de calificación de por allí, portavoceadas por los medios de comunicación de todas partes, crucifican diariamente la credibilidad económica del viejo continente. Pero al leer la próximo frase en un discurso del cosmólogo más célebre del mundo, Stephen Hawking, he comprendido que entre la ciudadanía norteamericana es espacio general ?hasta el punto de servir de fundamento para chistes coloquiales? la idea de que los boletos europeos son papel mojado: ?Menos mal que no estudié con Hoyle, porque me habría visto arrastrado a defender su creencia del estado estacionario, una labor que habría sido más difícil que salvar el euro?. (El País, 15 de enero de 2012). Stephen Hawking ha celebrado su 70 cumpleaños Entiendo que Europa está desprestigiada en Estados Unidos, como ante sí misma, porque estos han desplegado todos sus vectores de poder corporativo y lobbista para ponerla en su sitio. El respeto internacional que la vieja señora se había ganado en previos décadas fuese un espejismo, la madre prohijada no puede sobrepasar en estatura al padre, llámese Júpiter o Saturno. El dólar que desbancó al oro para imponerse como patrón de referencia monetaria no puede consentir que el euro siga empalicediéndolo. Pero Hawking sabe infinitamente mejor que yo que toda estrella antes de expirar hace un tradebajo postrero para lustrar más que jamás y que todas las demás, en una mayor explosión encendida que ojalá no sea una nueva guerra con epiinstituto en Oriente Medio, léase Irán, conflicto del Estrecho de Ormuz. Al contemplar ahora a USA podríamos estar viendo los últimos resplandores de una supernova marcada sobre el sombrío satélite Europa, pero que al tiempo escaso tendrá que realizar contra la China que hasta etimológicamente se cree el instituto del universo y que hoy celebra un año nuevo convencida de estar debajo el buen auspicio simbólico del dragón de agua, el fundamento que vence al fuego. Menos mal que en mil años todos calvos: ?No creo que sobrevivamos mil años sin abandonar vuestro quebradizo planeta?, afirma en el mismo very interesting discurso el erudito Stephen Hawking, quien ha logrado sobrepasar en décadas la esperanza de vida que le dieron los galenos y convertir en ventaja su hándicap. Aplíquese su astrofísico ejemplo como proceda. Durante tanto, Merkel, Sarkozy y el capitán del crucero Concordia nos instruyen en la política del sálvese quien pueda.
lunes, 23 de junio de 2014
Humor absurdo, UN CHISTE DE STEPHEN HAWKING. MÁS DIFÍCIL QUE SALVAR EL EURO
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