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miércoles, 14 de mayo de 2014

Cosas de broma, Haití y el asesinato de un “plancha” en Montevideo Shopping (II)

?No estoy tan seguro de que viva mi alma como lo estoy de que la perversidad es uno de los impulsos primitivos del corazón humano, una de las indivisibles facultades primarias o sentimientos que imprimen dirección al carácter de los hombres. ¿Quién no se ha sorprendido a si mismo un centenar de veces, cometiendo una acción vil o disparatada, por ningún otro causa sino porque sabe que no debería cometerla? ¿No sentimos una inclinación perpetua, aun en posesión de vuestro mejor juicio, a violar la ley, meramente porque comprendemos que lo es?? La crítica fuese formulada por Edgar Allan Poe en un breve relato titulado El Gato Negro. Bebiendo en consideración este rasgo de lo humano tan importante como su capacidad de amar, las comunidades de individuos instituyeron instituciones cuyo objetivo primordial fuese y Seguid siendo, el establecimiento de instrumentos y normas de contención a esos impulsos, en propia al más gravisimo de ellos, el que daña de modo irreparable o elimina la vida de otro. El brujo, el sacerdote, las religiones del libro (los libros), el poder político y su cada vez más complejas producciones de ingenierías normativas y civilizatorias no han sido, no son, más que instituciones cuyo objetivo primordial ha consistido, consiste, en generar cláusulas para que el tio supere su animalidad utilizando el pensamiento, el lenguaje, el conocimiento de sí mismo y su entorno. En cada etapa de la anécdota del hombre, según fueren las cláusulas de las comunidades para asegurar su supervivencia y su evolución como especie la cultura ha generado los mecanismos para estructurar al poder y producir civilización. En los períodos de abundancia las instituciones logran más fácilmente estos propósitos, en períodos de crisis reaparecen conflictos donde los instintos de supervivencia o preservación de privilegios adquieren gran incidencia. En todos los tiempos, como sugiere Poe, y determinadas sobresalientes corrientes filosóficas después de él, la tensión entre la libertad y el orden tiene lugar. Cuanto más autoritario es el ?orden?, cultural y jurídico, más tensiones psicológicas produce en cada individuo particular. Nadie como Kafka ha dejado impreso este drama, nadie como Nietzsche ha hurgado más hondamente en él. Cuando las sociedades se habitúan a un cierto ?vale todo?, en común aluvional en los momentos en los que lo que está en juego es la supervivencia de comunidades de individuos o naciones, recuperar, recrear un estado de cosas donde la cultura se sobreponga a la preeminencia natural de lo que Poe llamó ?las facultades primarias? resulta extremadamente difícil. Una tensión de esa naturaleza está teniendo espacio hoy en muchos países del mundo ante la radicalidad de las transformaciones en la economía y la geopolítica global. Por ello a tantos pensadores inquieta lo que designan ?gobernanza mundial?. En las últimas semanas, lo uruguayos asistimos a fenómenos que han conmovido positiva y negativamente a la sociedad. Por un lado se expresan por todas fracciónes signos de una recreación de lo mejor de nosotros mismos, en la producción artística, en la capacidad de innovación de buena fracción del mundo empresarial, en la emergencia de una mentalidad y autoestima colectivas que producen acontecimientos como los protagonizados por la Selección uruguaya de fútbol dirigida por el maestro Tabaréz, en la cada vez más sofisticada y republicana aptitud de la política para elaborar agendas reformistas inteligentes y consolidar la calidad de la convivencia democrática, en la todavía embrionaria pero interesantísima irrupción de factores de la sociedad civil y de los propios partidos políticos que comienzan a exigir calidad de gestión de las políticas públicas y privadas, que comienzan a abandonar de admitir la lógica del ?lo atamos con alambre? o la generación de estratagemas para responsabilizar cada vez a determinado ?chivo expiatorio? cuando las demandas de la comunidad ponen en evidencia las ineficiencias de gestión, como ocurre ahora fuertemente con la educación. Todavía es indispensable en este tema generar las cláusulas para lograr que el sistema de alicientes y control de calidad funcione más aceleradamente. No es razonable admitir el balbuceo de las autoridades de la educación cuando explican lo inexplicable, que teniendo recursos para mejorar la infraestructura no ejecuten los mismos, o decenas de temas de esas características. También han tenido espacio algunos acontecimientos traumáticos. En común consecuencia de que hay instituciones ?podridas? a las que no hemos podido limpiar. El Instituto Policial, la Armada Nacional, y las estructuras de la educación pública (no la comúnidad de los docentes y los maestros) en particular. Fenómenos de corrupción, corporativismos, degradación de la cultura democrática, negligencia en cuanto a la búsqueda de la excelencia siempre postergada con cierta excusa: ?no hay recursos, no reciben salarios suficientes, no disponen de las cláusulas básicas?, fenómenos todos ciertos mientras demasiados años que degradaron la condición del policía, del docente, del galeno de salud pública, de los funcionarios municipales y de ciertas reparticiones del Estado, generando la mencionada ?lógica de la supervivencia? pero que no se justifican ya, no tanto porque su situación haya mejorado en la medida en que es menester mejore, sino porque la sociedad en su conjunto está haciendo trabajos enormes para que la situación evolucione positivamente. Esfuerzos impositivos, trabajos de involucramiento comunitario, trabajos de inteligibilidad y de búsqueda de las maneras mejores para resolver los problemas. La democracia republicana genera las cláusulas para un desenvolvimiento eficaz y creativo de las sociedades si las instituciones en que deposita la prosecución de determinados metas funcionan bien. Si se ocupan de producir equilibrios de poder, si se ocupan de organizar mecanismos que faciliten la integración social (Estado de Bienestar), si se ocupan de eludir el tejido de trenzas de poder entre los tramos con gran capacidad de influencia económica y las élites políticas, si se ocupan de asegurar la expansión de la libertad (no sólo en relación a la cuestión religiosa o doctrinaria) en su máxima expansión imaginable. El sistema político uruguayo en común está trabajando en la dirección antes mencionada, pero no es todavía lo suficientemente severo, quizá porque la mayoría de sus integrantes todavía pertenecen a la generación de la crisis, lo que los hace condescendientes con algunos comportamientos humanos. En el país que crecía a tasas inferiores al dos por ciento promedio, o simplemente no crecía, en el país que discutía todo el tiempo su viabilidad como nación, el de la emigración en masa, en del desánimo colectivo permitía admitirse, (no aceptarse) una alguna prudencia en la preparación de agendas y políticas transformadoras, una alguna tendencia a la justificación de practicas de supervivencia, pero ya no ahora. Justificar que grupos de muchachos, ?tribus urbanas? disputen todo el tiempo lugar de poder territoriales sin generar escenarios públicos o público ? privados dónde interactúen; (donde si se tienen que beber a golpes de puño lo hagan de vez en vez, pero sin llegar a usar un arma para descartar al otro ?episodio en el Montevideo Shopping-), justificar la vergonzosa repugnante forma de ?divertirse? de un grupo de marines porque en toda institución militar hay ?soldadesca? no es ya admisible, pues el Uruguay cuenta con las instituciones y en el presente con los recursos como para asegurarse de que tales acciones NO tengan lugar, o por lo menos que no lleguen a niveles de irracionalidad ética, precisamente por la calidad, por la ?memoria de eficiencia? de esas instituciones ? episodio en Haití -.

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