Humor, política y todos los artículos de actualidad!!!

Breaking

lunes, 31 de marzo de 2014

Bromas y Chistes, Con Estos “Amigos”, Para Qué Quiero Enemigos

Tengo un compañero de esfuerzo con el que comparto una fea oficina en un sótano horrible, aislado del resto del edificio, desde hace unos dos años. Él dice que es mi amigo, pero yo jamás se lo he creído. Sin embargo, sí hemos sido compañeros muy cercanos, nos hemos llevado bien e, inclusive, hemos llevado un compañerismo demasiado confianzudo. A pesar de tener más de 31 años, una esposa y ahora dos hijos, este compañero se comporta casi siempre como un chiquillo, bromeando pesadamente todo el tiempo, metiéndose en las pláticas ajenas, corriendo, gritando. Como soy tan observador, hace tiempo me he dado cuenta de que sus cambios de humor son muy bruscos y su estado de ánimo es volátil. Por la mañana puede responder la llamada de otro compañero con muchas bromas muy pesadas, pero cuando este mismo compañero vuelve a llamar por la tarde, intentando seguir el ambiente bromista de la mañana, vuestro energúmeno colega lo para en seco diciendo que no tiene tiempo para sus bromas y amenazando con colgar la llamada. El año pasado, un día antes de irme de vacaciones, me rogó que le trajera determinado recuerdo. Cuando regresé, no me dirigía la palabra y rehusó aceptar el regalo. A pesar de preguntarle directamente qué había pasado, no me dio una aclaración convincente. Con el paso de los días una vez más volvió a hablarme, pero no dijo la razón de su distanciamiento. Yo supuse que lo hizo porque quizá alguien le dijo que no era buena mi ?amistad?. En fin. Queja decir que no puse jamás freno a su forma tan confianzuda y pesada de convivir como ?amigos?; en espacio de conservarme serio muchas veces le seguí la corriente y consentí en alternar conversaciones de esfuerzo con insultos, bromas pesadas y hasta juegos que incluían golpes de box. También consentí en que diariamente bebiera de mi café sin contribuir con los gastos del grano, agua purificada, azúcar, filtros, etc., (preparado por supuesto en la cafetera de mi propiedad). En cierta ocasión contribuyó con un paquete de café, pero en común no ponía nada. Recientemente me encontraba lavando la cafetera y las tazas. Recogí una fracción de los utensilios lavados, pero otra fracción se quedó en el cuarto del lavabo, al cual él entró cuando yo salía. ?Tráeme las cosas?, grité. Y él me respondió: ?¿Por?? (pretendiendo que se lo pidiera ?por favor?. En manera descortés, pues así nos llevábamos, me negué a realizarlo y le reiteré que me los trajera ?porque sí, porque yo quiero?. Insisto, no fui muy amable que digamos, pero usualmente nos tratábamos de esta forma e incluso más pesado. Él ya no respondió y sólo sacó las cosas del cuarto, las puso en el piso y volvió a meterse a ese cuarto. Yo me molesté mucho al ver mis tazas de café en el piso, pues me pareció sumamente ofensivo. Cuando regresó, con voz serena y sin groserías, en manera asertiva, le comuniqué que me había molestado profundamente que me pusiera los utensilios en el piso, pues éste se encontraba sucio y lleno de gérmenes y contaminación. Esta persona reaccionó con mucho coraje y me dijo que con voz airada que él también se había molestado porque yo no se lo había pedido ?por favor?. Contesté que en mi opinión eso no era necesario, y le pedí que no afuera ?nena?; pero se enojó más y empezó a decirme que yo era un maleducado de una de las colonias más nacas, que era un fracasado, que no tenía amigos, que él tenía una mejor casa que la mía, y que sobre todo él era mejor que yo porque él sí tenía hijos y yo no. Esto me molestó mucho y preferí guardar mutismo y no continuar la discusión. Rápidamente me di cuenta de que había hablado desde lo más profundo de su corazón y manifestado con exactitud lo que pensaba de mí y cómo me calificaba. Pensé que alguien que tiene esa opinión de mí no puede ser mi amigo, como él ha dicho una y otra vez. Me felicité por haber obedecido siempre a mi voz interior que me decía: ?no confíes?. Verdaderamente me dolió que mencionara con burla que yo no poseo hijos, pues en cierta ocasión le compartí lo mucho que lamentaba no haberlos tenido, y las dolorosas circunstancias que impidieron que me convirtiera en padre. Decidí que no deseaba tolerarle eso, pues yo nunca me atrevería a echarle en rostro las confidencias que él me ha hecho, y a dividir de ese momento dejé de hablarle. Seguí preparando mi café sólo para mí, entretanto él compraba el suyo en la tienda cada día. Como bien lo sabía, él no resiste mucho estar sin hablar. Y a la próximo semana me tendió la mano y me pidió que nos volviéramos a hablar y siguiéramos siendo ?amigos?, pues nos veíamos todo el día y era incómodo estar sin hablar. Le contesté que opinaba también que era incómodo, de modo que no tenía inconveniente en hablarnos, pero no como ?amigos?, sino como compañeros, con distancia y reserva. ?Está bien, te comprendo?. Pero no comprendía. Apenas escasos minutos más tarde me buscó insistentemente para pedirme permiso para prepararse un café en mi cafetera. Yo deseaba rehusarme, pero no me atreví a hacerlo. Accedí, y cuando me preguntó si preparaba también para mí, le dije que no, que yo no quería. Tan pronto como se desocupó la cafetera, me dispuse a lavar la jarra, pero estaba ocupado el cuarto donde está el lavabo; cuando quedó libre, él se levantó de su asiento y estaba a punto de llevarse las cosas a lavar, pero lo detuve y con voz firme dije ?Yo lo lavo?. Ahora sí, ya comprendió. No se ha atrevido a pedirme una vez más usar mi cafetera. No le dirijo la palabra ni pienso hacerlo, al menos por un buen tiempo. El marido de mi excuñada es otro caso. Es muy buena persona, muy servicial y atento, pero en cuanto a sus finanzas personales, es un desastre, de hecho debido a su historial no es sujeto de crédito para ningún banco. Se mete en dificultades constantemente, y es de los que abren un pozo para cubrir otro, es decir, piden un préstamo para pagar una deuda, despues tiene que solicitar una vez más otro préstamo para pagar el anterior, y así se va. Siempre. Desde que lo conozco. Es de ese tipo de personas que siempre gasta más de lo que gana. Como dije antes, en lo personal es un tio muy amable. El año pasado fuese a él a quien llamé por teléfono en plena madrugada, cuando me moría del dolor de la vesícula. En escasos minutos estaba a la puerta de mi casa, y rápidamente me llevó al hospital. Unos meses después, yo ya me encontraba completamente restablecido, y estaba preparado para cambiar de carro. Fuese entonces cuando se acercó a mí y me pidió que le prestara una respetable porción de dinero. Sudé. Tuve escalofríos. Pero no rehusé darle ayuda, después de todo me sentía agradecido por la ayuda que me brindó. Así que inmediatamente fui al banco a retirar la cantidad, y se la entregué, pidiéndole que la devolviera en el plazo que él mismo me había ofrecido: 15 días. Pues pasaron más de 15 días, y no me pagaba, empezó una enojosa serie de llamadas de cobranza, de mi parte, porque me hacía falta ese dinero para completar el pago de mi carro, y asimismo porque se había vencido el plazo acordado. Y este tio tiene una labia tremenda, no se enoja, no se altera, no me dejaba hablar y se entretenía explicándome que tenía mucha pena, pero que a él no le habían pagado un dinero que le debían, que ya al día próximo sin falta... etc. Y así pasaban los días. Desgraciadamente este tipo de cuestiones vinculadas con el dinero me causan una mayor ansiedad y tensión nerviosa, imagino lo peor, me desespero, se me va el sueño. Incluso hasta me dio una tortícolis y una fuerte contractura en la espalda, que ni con tres sesiones de masaje me permitía quitar. Sabía que su esposa no estaba al tanto de este préstamo, y que bastaría que se lo dijera yo para que ella moviera cielo y tierra para pagarme, pues ella es enemiga de las deudas. Pero no quería llegar a tal punto; hice una amenaza muy sutil, solicitando al deudor que respetara el trato que hicimos entre caballeros, y que no me obligara a abandonar de ser un caballero. Después de mi insistencia diaria, me pagó. Y yo respiré a gusto, y prometí no volverme a meter en líos de estos. Hace unas dos semanas volvió a llamarme para solicitar un préstamo, pero ahora sí le dije que no contara conmigo, pues no tenía dinero que prestar. Él ya estaba listo para una respuesta como esta, porque inmediatamente me propuso que realizara un retiro de mi tarjeta de crédito... le dije que no, que me disculpara, y corté la llamada. Y empezó a acosarme todo el fin de semana, me hizo como 100 llamadas, pero ninguna la contesté. Me conozco muy bien, y sé que me debiera podido convencer. Me cuesta esfuerzo ser duro y decidido con una persona que en lo personal siempre se ha portado bien, me pesa mucho el sentirme ?comprometido? por el favor que me hizo de llevarme al hospital. Pero, después de todo, ¿esos favores se cobran? ¿Quedé en deuda y a resultas de ello debo de resolverle sus dificultades financieros cuantas veces me lo solicite? Creo que no. Así que esta es otra persona de la cual no quiero saber nada, por el momento. Lo siento. No estoy preparado. Hablaremos después. Por el momento necesito digerir este asunto, considerar cómo debo conducirme, cómo fortalecer mi asertividad. En común me gusta mantener buenas vinculos con los demás, pero creo que estoy pasando por una etapa de ?cero tolerancia?. Declaro que yo he permitido abusos en el pasado. Pero ya no quiero tolerar abusos. He dicho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario