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jueves, 18 de septiembre de 2014

Bromas de Adultos, Ni ponerse enferma puede una...

Una de las cosas más chungas de la maternidad ?y digo una porque haber hay para detener un tren y quien diga lo opuesto miente o se ha sometido a un lavado de cerebro made in Carlos González- es que desde que te conviertes en madre se te quitan todos los derechos fundamentales cual preso de máxima seguridad o secuestrado de las FARC, dejándote unos escasos para la mera supervivencia diaria y a veces ni eso. Una hace lo que puede y se acaba acostumbrando a habitar cual esclava de los estados del sur del siglo XVIII, llegando inclusive a no echar de menos su vida previo sumida en la vorágine diaria de pañales, biberones, potitos, casa de Mickey Mouse, colegio, deberes y muerte por agotamiento, pero a veces, una encuentra casi por azar haber sido privada de un derecho de los gordos, de los que deberían escribirse en negrita y con doble subrayado, como el derecho a ponerse en enferma. Y por ahí sí que no No es que yo me ponga mucho enferma, de hecho no es que tenga una salud de hierro, ni siquiera de cobre falsón pero no soy de enfermar, quizá por eso se me pasó más inadvertido el tema de la privación del derecho a dejarse expirar de gripe en el sofá, pero cuando los virus vinieron a mí por primera vez desde que me di al negocio de la maternidad, cebándose con mis escuálidas defensas castigadas por el malvivir, descubrí con pavor que ponerse mala siendo madre era el nuevo infierno en la tierra. Porque suficientemente duro es habitar con la cabeza incrustada en el wc echando la primera papilla con los ojos vueltos del revés día y noche ?porque Dios sabe que no hay cosa que me siente peor que vomitar- para tener que realizarlo con una pelirroja de 18 kilazos enganchada a tu espalda, tratando de asomarse a la taza y gritándote al oído ?qué paza, mamá?, qué paza? qué ze te ha caído??. O tratar de hacerte un ovillo en el sofá con tus 39 de fiebre arrancándote las pocas ganas de habitar que te quedan, entretanto la prole te salta arriba o te tortura con la última canción aprendida en el colegio, que tiene la misma música que todas las que lleva aprendidas desde la guardería y que no hace sino contribuir a tu malestar generalizado y a tu coqueteo con el suicidio. Da idéntico que el pater se implique, te cuide y te deje dormir hasta las tantas, el pelirrojismo desea participar en tus cuidados ?y convertirlos en una tortura física que ríete tú de las astillas en las uñas- y cuando te echas la siesta para recuperar fuerzas, sientes su respiración en la cara, observándote en la oscuridad del cuarto como si afuera la psicópata de una peli de terror si no te soba la rostro estirándotela hasta el dolor en la versión pelirroja de una caricia o cuando te desea reconocer con su maletín de doctora de Imaginarium y clavarte la jeringuilla en la yugular o peinarte en un gesto de amor con el peine demoníaco de la Nenuco Peinados o peor aún cuando determina ayudar trayéndote el desayuno y te lanza a la rostro el zumo de naranja, dejándote pulpa en las pestañas y ganas de tirarte por el balcón, para despues decir ?lo ziento, lo ziento? y refregarte un paño de cocina por la rostro dejándote el cutis como recién salido de un peeling químico y las náuseas en el cogote y los escalofríos matándote lentamente... entretanto ella y el pater planean cómo hacerte la vida más fácil, cuando tú lo único que quieres es dejarte expirar en una esquina, tranquilita y en paz, pero no, eso ya no es posible. Por eso ahora tomo Actimel como si no debiera un mañana.

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