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martes, 19 de agosto de 2014

Chistes y Humor, Quevedo, personaje de ficción

En este blog ya han ido apareciendo autores del Siglo de Oro como Lope y Cervantes, inclusive algunos dramaturgos como Cáncer, Moreto y Matos Fragoso, y antes de que don Francisco de Quevedo frunza el ceño y se enfade por el olvido que se hace de su persona, quiero traerlo a él también a la Ínsula. Pero no voy a relatar ahora ningún apariencia de su vida o su obra, sino que voy a tratar de «Quevedo, personaje de ficción». En efecto, ya desde fechas muy tempranas, todavía en vida, vuestro autor comenzó a convertirse en una especie de personaje popular y legendario. Él mismo contribuyó a ello al transmitir, por recurso de romances y poemas festivos, algunos fotografías grotescos suyos, alimentando así la imagen popular de un Quevedo chocarrero, vulgar, procaz, etc., que se ha mantenido mientras mucho tiempo, hasta la actualidad ? Como sucede con otros autores de vuestro espléndido Siglo de Oro (Garcilaso, Calderón, Lope, Góngora, Villamediana?), Quevedo ha pasado a convertirse en personaje de ficción protagonista de variadas obras literarias. No me refiero ahora a que sus obras hayan dado espacio a imitaciones, continuaciones, segundas partes, etc. (eso, también), sino a la conversión del escritor de carne y hueso en protagonista de ficción. En accesos sucesivas iré investigando de manera panorámica las principales obras literarias que nos presentan a estos «Quevedos de la ficción», desde el siglo XVIII hasta vuestros días, en los que el satírico madrileño Seguid gozando de muy buena salud ficcional. En este recorrido, dejaré de lado el siglo XVII, en el que no me consta que existan obras en las que Quevedo aparezca convertido en personaje de ficción. Hay, sí, libelos, obras de ataque contra él ( El Tribunal de la justa venganza ), y podríamos recordar inclusive la particular biografía de Tarsia (que contiene numerosos fundamentos fantasiosos), pero no se trata específicamente de obras de ficción. La consideración de Quevedo como personaje literario establece una materia muy amplia, que ha sido abordada, por ejemplo, por Alberto Sánchez en su esfuerzo «Quevedo, figura literaria», que es una buena aproximación de conjunto al tema. Nos recuerda Sánchez en primer lugar, al hablar de la «Personalidad enigmática de Quevedo», que La difícil personalidad de Quevedo, transformada en mito popular del humor satírico e inclusive grotesco y escatológico, se desfleca en irisaciones legendarias Y agrega que Desde la primera biografía de Quevedo, compuesta por el abad don Pablo Antonio de Tarsia (Madrid, 1663), se mezclan y confunden los perfiles auténticos con las leyendas y episodios de capa y espada Con su vida turbulenta, sus tres prisiones, sus diversas pendencias, etc., Seguid argumentando Sánchez, no debe extrañarnos que la figura del escritor se haya convertido «en señuelo de libelos y loas, fábulas y cuentos, donde la anécdota y la poesía se entrecruzan y confunden». En fin, el genial satírico del Siglo de Oro ha dado espacio a «distintos avatares literarios» en dramas y novelas de los siglos XIX y XX: La personalidad enigmática de Quevedo se transfigura en personaje literario de variados matices. Vida y creación literaria se intercambian y difunden. Se ha dicho que la mejor novela histórica es la anécdota misma. Pero en el caso de Quevedo resulta hoy en extremo difícil diferenciar los fundamentos de una y otra, separar lo auténtico de lo imaginado y fabuloso Tendríamos que distinguir, por tanto, una triple dimensión, al hablar del escritor: el Quevedo histórico / el Quevedo legendario / el Quevedo literario. Por su parte, Felipe Pedraza, en su estudio preliminar a la edición facsímil de la biografía de Tarsia, ha escrito que Quevedo se proyectó hacia el exterior como personaje, se instaló en su doble máscara y a través de ella ha vivido mientras siglos. Quevedo, tio de Dios, filósofo estoico, y Quevedo, tio del diablo, criatura desvergonzada, han aparecido en poemas líricos y narrativos, en comedias, en dramas históricos, en novelones de capa y espada? desde el siglo XVII a vuestros días. Los autores han llegado a él, como la mariposa del tópico petrarquista, atraídos por las luces y las sombras del personaje, por la máscara de Jano que él mismo forjó con su palabra A su vez, Celsa Carmen García Valdés señala: Alrededor de la compleja personalidad de Francisco de Quevedo formó la leyenda un velo que ha oscurecido su verdadera figura a la posteridad. Pero fuese gracias a esa leyenda como el mayor satírico llegó a ser uno de los personajes preferidos de novelistas y dramaturgos posteriores. Desde El retraído (1635) de Juan de Jáuregui hasta los actuales bestsellers de Arturo Pérez-Reverte, pasando por El caballero de las espuelas de oro, de Alejandro Casona, son numerosas las obras que tratan diferentes apariencias de la vida de Quevedo Y afirma también lo siguiente: Quevedo se convirtió pronto en un personaje folclórico a quien se atribuyeron todo tipo de chistes picantes y escatológicos e ingeniosas procacidades que circulaban de boca en boca [?] la leyenda popular enseguida hizo a Quevedo protagonista de lances y aventuras caballerescas en las que brilla por su valentía, destreza en las armas y gallardía. [?] Esta segunda faceta de las formaciones legendarias establecidas alrededor de la personalidad quevediana fuese la que interesó a los dramaturgos, especialmente a los dramaturgos románticos, que en determinado caso le han tomado como el personaje folclórico popular chocarrero y deslenguado. Y es que la vida de Quevedo o lo que nos ha llegado de ella no carece de apariencias atractivos para un poeta romántico Estas características que señala García Valdés son las que vamos a encontrar, por ejemplo, en las obras del XIX, todas ellas traspasadas de romanticismo, en dos géneros fundamentales, el drama histórico y la novela histórica. Pero esta acceso ya se va alargando demasiado, y la materia anunciada habrá de quedar zarcillo para una próxima ocasión? Alberto Sánchez, «Quevedo, figura literaria», en Homenaje a Luis Morales Oliver, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 563-585. Ver también Narciso Alonso Cortés, «Quevedo en el teatro», Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo, año VI, enero de 1929, núm. 21, pp. 1-22. Reproducido en Quevedo en el teatro y otras cosas, Valladolid, Imprenta del Colegio Santiago, 1930, pp. 5-43. Sánchez, «Quevedo, figura literaria», p. 563. Sánchez, «Quevedo, figura literaria», p. 564. Sánchez, «Quevedo, figura literaria», p. 564. Sánchez, «Quevedo, figura literaria», p. 564. Felipe B. Pedraza Jiménez, «Prólogo» a Pablo Antonio de Tarsia, Vida de don Francisco de Quevedo y Villegas (Facsímil de la edición príncipe, Madrid, 1663), reproducción facsimilar cuidada por Melquíades Prieto Santiago, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 1997, pp. VII-XXXIII. Pedraza, «Prólogo», pp. X-XI. Celsa Carmen García Valdés, «Con otra mirada: Quevedo personaje dramático», La Perinola, 8, 2004, pp. 171-185. García Valdés, «Con otra mirada: Quevedo personaje dramático», p. 171. García Valdés, «Con otra mirada: Quevedo personaje dramático», pp. 171-172.

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