Temía estar solo, hasta que aprendí a encontrarme a mí mismo. Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento. Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mí. Temía que me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mí mismo. Temía al dolor, hasta que descubrí que es indispensable para crecer. Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras. Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo. Temía al odio, hasta que me di cuenta de que no es más que ignorancia. Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo. Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día. Temía al pasado, hasta que comprendí que no permitía herirme más. Temía a la oscuridad, hasta que vi la hermosura de la luz de una estrella. Temía cambiar, hasta que vi que aun la mariposa más preciosa necesitaba pasar una metamorfosis antes de volar.
martes, 10 de junio de 2014
Humor absurdo, Una reflexión filosofica
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