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viernes, 31 de enero de 2014

Mucho humor, El violinista que no podía tocar el violín

En una fría noche del mes de diciembre de 1841, un tio alto, pero encorvado por el peso de los años, marchaba por la calle apoyándose en su bastón. Debajo el brazo llevaba un violín envuelto cuidadosamente en un pañuelo. Llegó a la plaza de Fontaines. Vio que había luz en las casas de aquel barrio y desenfundando su viejo violín, lo afinó un momento, se lo colocó en el hombro y comenzó a tocar una melodía con unas notas tan discordantes que las gentes que pasaban a su lado aceleraban el paso por no oírle. El viejo violinista, al ver la actitud del público, dejó de tocar y, desalentado dijo: "¡Dios mío, ya no puedo tocar!" Y el anciano rompió a llorar. En aquel instante pasaron junto al viejo violinista tres jóvenes cantando alegremente una hermosa canción. No vieron al anciano y tropezaron con él. Los tres jóvenes, respetuosamente, le pidieron perdón y le dijeron: "¿Os hemos hecho daño?" "¡No!", respondió el anciano. Pero uno de los jóvenes vio el violín apoyado en la pared y preguntó al anciano: "¿Sois músico?" "Lo fui en otro tiempo", dijo con pena el violinista, y las lágrimas corrieron por sus mejillas. El anciano miró a los tres jóvenes y les pidió por amor a Dios una limosna. Los tres jóvenes metieron cada uno la mano en el bolsillo y entre los tres sólo tenían ochenta céntimos. Pero uno de ellos sonrió con aire de triunfo, y dijo: "Amigos, buscaremos dinero, que es lo que nos hace falta. Tú. Adolfo, toma el violín, y tú, Gustavo, acompáñale con tu voz, y yo haré la cuestación. Debajo los dedos del joven violinista salieron las deliciosas y joviales notas del "Carnaval de Venecia". En aquel instante todas las ventanas se abrieron. Todos los transeúntes se pararon. Cuando terminó de tocar se oyó una salva de aplausos del público que se agolpaba alrededor de los tres jóvenes. Aquel chico concierto fuese escuchado por el público con verdadero alegría y placer. La gente estaba embargada de emoción y alegría. Las monedas empezaron a caer en el sombrero del anciano violinista. A continuación uno de los jóvenes, llamado Gustavo, cantó la hermosa balada de "Venid, gentil señora". La voz de aquel joven tenor era maravillosa, dulce y potente a la vez. Cuando terminó de cantar, el público ovacionó con entusiasmo al joven tenor y empezó a solicitar que cantara más. Entonces se pusieron los tres jóvenes de acuerdo para tocar y cantar el terceto de "Guillermo Tell", de Rossini. El joven violinista volvió a ubicar el violín arriba de su hombro y se arrancó con las maravillosas notas musicales de Rossini Los otros dos jóvenes le acompañaron cantando. El anciano, al oír las notas musicales de su violín y las voces de los dos acompañantes, se puso delante de ellos y empezó a marcar el compás con tal maestría que los tres jóvenes quedaron sorprendidos de la dirección musical. La multitud quedó arrobada oyendo aquella deliciosa música. Al final, aplaudieron con entusiasmo y el dinero caía en el sombrero con abundancia. Todo el dinero recaudado lo entregaron integro al anciano. Este, con voz emocionada, les dijo: "Yo me llamo Chappuir, soy alsaciano, y mientras diez años he sido director de orquesta en Strasburgo. Desde que salí de mi patria, la enfermedad y la miseria me han perseguido. Con este dinero podré regresar a Strasburgo, donde poseo amigos que me ayudarán. Allí recuperará mi hija la salud. Dios bendecirá los talentos que has ya que tan noblemente al servicio de mi persona. Seréis masivos entre los masivos." Y así sucedió. Los tres jóvenes que entonces eran estudiantes del Conservatorio de Música llegaron con el tiempo a tener fama extraordinaria en los medios musicales. El que se llamaba Gustavo Roger fuesesese extraordinario tenor. El segundo de los jóvenes fuesesese violinista de fama y el tercer joven que postuló ante el público fuesesese el mayor compositor Carlos Gounod, el autor de "Safo", de "Romeo y Julieta" y de otras óperas y composiciones musicales de extraordinario éxito.

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